jueves, 5 de diciembre de 2013

AUDIENCIA DEL PAPA FRANCISCO

Queridos hermanos y hermanas:

Hoy volvemos sobre la afirmación: «Creo en la resurrección de la carne». Esto no es fácil de entender estando inmersos en este mundo, pero el Evangelio nos lo aclara: el que Jesús haya resucitado es la prueba de que la resurrección de los muertos existe. Ya la fe en Dios, creador y liberador de todo el hombre – alma y cuerpo–, abre el camino a la esperanza de la resurrección de la carne. Esta esperanza se cumple en la persona de Jesús, que es «la resurrección y la vida» (Jn 11,25); que nos ha tomado con él en su vuelta al Padre en el Reino glorioso. La omnipotencia y la fidelidad de Dios no se detienen a las puertas de la muerte. Cristo está siempre con nosotros, viene cada día y vendrá al final. Entonces él resucitará también nuestro cuerpo en la gloria, no lo devolverá al mundo terrenal. Viviendo de esta fe, seremos menos prisioneros de lo efímero, de lo pasajero. Esta transfiguración de nuestro cuerpo se prepara ya en esta vida por el encuentro con Cristo Resucitado, especialmente en la Eucaristía, en la que nos alimentamos de su Cuerpo y de su Sangre. En cierto modo, ya ahora resucitamos, participamos por el Bautismo de una vida nueva, del misterio de Cristo muerto y resucitado. Tenemos una semilla de resurrección, un destello de eternidad, que hace siempre toda vida humana digna de respeto y de amor.

domingo, 1 de diciembre de 2013

Despierta, ponte en camino, Vigila

Comenzamos un nuevo año con el tiempo de Adviento, no puede ser otro adviento más tiene que ser el adviento de tu vida, en el que nos preparemos de verdad para acoger a Dios en nuestra vida. Tres claves a la luz de la palabra de Dios para vivir esta semana y toda nuestra vida. Despertad, nos dice el Apóstol San Pablo “ya es hora de despertaros del sueño”. Despierta  que el Señor esta cerca, que el Señor quiere venir a tu vida, prepara bien el camino al Señor. Tenemos que estar despierto ante la venida del Señor y ante las necesidades de los demás porque muchas veces nos quedamos dormidos y hacemos oídos sordos a la voz de Dios o nos da igual lo que le pase al que tengo a mi alrededor, un compañero de trabajo, o un compañero del colegio o instituto, o la vecina a la cual nunca le has dicho ni si quiera buenos días. Tenemos que despertad no podemos quedarnos en lo cómodo, en lo fácil, en lo que me gusta o me apetece. Tenemos que ser cristianos comprometidos  bien despiertos, para que así el Señor pueda nacer en cada uno de nosotros. Segunda  clave: ponte en camino, nos decía el profeta Isaías, que para preparar la venida del Señor había que ponerse en camino. Ponte en camino,  a veces estamos parados o sin rumbo en la vida, sin qué dirección tomar, o estar parado y no caminar ante un problema o una dificultad, no dejemos nunca de caminar siempre en dirección hacia Cristo. Busquemos en este adviento si aun no lo hemos descubierto ¿cual es nuestro camino? Solo así sabremos hacia dónde dirigirnos, hacia donde caminar. Y la tercera clave seria: Velar, estar en vela pasa por estar atento a lo que sucede en el entorno y en el mundo en general pasa por hacer discernimiento con los demás para descubrir qué es la voluntad de Dios en cada situación, pasa por rezar. Velar asi nos mantiene firmes en la fe. En este primer domingo se ofrece una respuesta a las incertidumbres de las personas. El profeta no espera la salvación de los hombres ni de los poderes políticos, sino de Dios mismo. Daremos razón de la esperanza  no con nuestras palabras, ni por imperativo moral, sino por un estilo de vida de quien se pone en pie, mira al horizonte, convoca a otros, ajusta velas en fila la barca. La esperanza no es algo que tenemos sino algo que compartimos.

ENCONTRAR UN LUGAR PARA EL SEÑOR

Por eso la liturgia nos regala este tiempo de Adviento. Cuatro semanas para encontrar con el salmista, un lugar para el Señor en nuestra vida. Pero no cualquier lugar. El amor no entiende de apaños sino de entrega. Un lugar central, fundamental. Desde el que todo lo que somos, hacemos y vivimos esté “tocado de Dios”.  El Rey David hace promesa firme de no descansar hasta que encuentre ese lugar. Nosotros estamos invitados a lo mismo. Con perseverancia, con firmeza, desde el gozo.
Pero encontrar un lugar necesita que nos pongamos a buscar con alegría e ilusión. Adviento es tiempo de ilusionarnos con el Dios que no se cansa de venir a buscarnos, que no se concede el derecho de decepcionarse con nosotros, obra suya, aunque en ocasiones el pecado nos manche las manos y el corazón. Dios viene, la iniciativa es suya, nos toma de la mano, nos dice que se puede comenzar de nuevo. Ahora nos toca a nosotros preparar el lugar para acogerle. Siempre existirá la tentación de decirle que “no hay sitio en la posada” porque está demasiado ocupada o estamos demasiado cansados por exceso de realismo, y ya no tenemos el ánimo para recomenzar. Aún así, ¡encontremos un lugar para el Señor!
Para ello es necesario escuchar, como María, como José, como Isaías o Juan Bautista. Escuchar como los grandes creyentes de la historia. Escuchar la Palabra en este año que en nuestra Diócesis estamos empeñados en ser discípulos y misioneros de la misma. Escuchar la Promesa de Dios durante la primera semana de Adviento, escuchar cómo hacerla realidad y cómo descubrir los signos de su venida durante la segunda y tercera semana y por último, escuchar en la cuarta, cómo prepararlo todo para acoger al que viene. Escuchar para acoger y acoger preparando para Él, un lugar en nuestra vida. Y luego, en Navidad, salir, porque el amor es expansivo. Como los pastores y los magos. Y contar a todos “quien es este niño”. Y descubrir con asombro, que fuimos buscados primero. Que sólo puede preparar sitio, quien se deja conducir, aún sin saberlo. Y que, mientras nosotros nos empeñábamos en recorrer el camino que nos separaba de Él, Él ya había recorrido el camino que llegaba a nosotros.
“No daré sueño a mis ojos, ni descanso a mis párpados, hasta que encuentre un lugar para el Señor”