domingo, 1 de diciembre de 2013

Despierta, ponte en camino, Vigila

Comenzamos un nuevo año con el tiempo de Adviento, no puede ser otro adviento más tiene que ser el adviento de tu vida, en el que nos preparemos de verdad para acoger a Dios en nuestra vida. Tres claves a la luz de la palabra de Dios para vivir esta semana y toda nuestra vida. Despertad, nos dice el Apóstol San Pablo “ya es hora de despertaros del sueño”. Despierta  que el Señor esta cerca, que el Señor quiere venir a tu vida, prepara bien el camino al Señor. Tenemos que estar despierto ante la venida del Señor y ante las necesidades de los demás porque muchas veces nos quedamos dormidos y hacemos oídos sordos a la voz de Dios o nos da igual lo que le pase al que tengo a mi alrededor, un compañero de trabajo, o un compañero del colegio o instituto, o la vecina a la cual nunca le has dicho ni si quiera buenos días. Tenemos que despertad no podemos quedarnos en lo cómodo, en lo fácil, en lo que me gusta o me apetece. Tenemos que ser cristianos comprometidos  bien despiertos, para que así el Señor pueda nacer en cada uno de nosotros. Segunda  clave: ponte en camino, nos decía el profeta Isaías, que para preparar la venida del Señor había que ponerse en camino. Ponte en camino,  a veces estamos parados o sin rumbo en la vida, sin qué dirección tomar, o estar parado y no caminar ante un problema o una dificultad, no dejemos nunca de caminar siempre en dirección hacia Cristo. Busquemos en este adviento si aun no lo hemos descubierto ¿cual es nuestro camino? Solo así sabremos hacia dónde dirigirnos, hacia donde caminar. Y la tercera clave seria: Velar, estar en vela pasa por estar atento a lo que sucede en el entorno y en el mundo en general pasa por hacer discernimiento con los demás para descubrir qué es la voluntad de Dios en cada situación, pasa por rezar. Velar asi nos mantiene firmes en la fe. En este primer domingo se ofrece una respuesta a las incertidumbres de las personas. El profeta no espera la salvación de los hombres ni de los poderes políticos, sino de Dios mismo. Daremos razón de la esperanza  no con nuestras palabras, ni por imperativo moral, sino por un estilo de vida de quien se pone en pie, mira al horizonte, convoca a otros, ajusta velas en fila la barca. La esperanza no es algo que tenemos sino algo que compartimos.

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