La
vida evangélica conduce a la Cruz. El Evangelio lo advierte y Jesús nos
dice que quien quiera seguirle cargue con su Cruz día tras día. Así
pues, aquel cristiano que optando por el Evangelio atraviesa caminos
de rosas, si quiere ser sincero debe preguntarse si realmente se ha
dejado convertir por Él. ¿Y qué es la Cruz? Tan solo la tensión continua
entre los criterios de todo hombre y mujer y los de Dios Padre-Madre
fundamentados en la paz, la justicia y el amor materializados en el
servicio realizado con la alegría de saberse transformado por el
Resucitado. Esta alegría es la luz que deja entrever al entorno que se
encuentra ante algo fuera de lo común y que al mismo tiempo deja en
evidencia.
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